Por Héctor José Corredor Cuervo
Ayer que te vi partir
en final viaje hacia el cielo
empecé yo a sentir
la soledad como el hielo.
El sonido de tu voz,
que traía buen consejo,
en su atardecer precoz
se esfumó con el cortejo.
El faro que fulguraba
en la noche más oscura
y que en la cima brillaba
a lo lejos ya no alumbra.
Los espejos de tus ojos,
donde se miraba el alma
se fueron con los despojos
y perdí toda la calma.
Los mimos y las caricias
que venían de tu mano
dejaron de ser albricias
para este ser humano.
La abundancia de comida
que en nuestra mesa existía,
ya no sustenta mi vida
ni siento misma alegría.
El huracán de tormenta
y que en esta vida apura
es el que ahora alimenta
mi cuerpo en la desventura.
Ahora estoy solitario
perdido entre fatal bruma
cual bajel sin operario
que se hunde como la espuma.
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